CAPITULO III
EL CUARTO ORIENTAL DEL TEMPLO
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Una vez que ha dado sus primeros Pasos en el sendero, el aspirante se halla enfrente del velo que cuelga ante la entrada del Templo místico. Corriéndole a un lado, penetra en el interior del departamento oriental del Santuario, el cual era llamado el Lugar Santo. No había ninguna ventana ni abertura de ninguna especie en el Tabernáculo que permitiera dejar paso dentro de él a la luz del día, pero este cuarto nunca estaba oscuro. Noche y día se hallaba brillantemente iluminado por lámparas que ardían.
Su mobiliario era un símbolo de los métodos que el aspirante debe seguir para alcanzar el desarrollo de su alma por el servicio. Consistía este mobiliario Principalmente en tres objetos: El Altar del Incienso, la Mesa de los panes de proposición y el Candelabro de Oro, del cual procedía la luz.
No era permitido el paso a este sagrado departamento al israelita ordinario, ni que viera los Objetos existentes en el mismo. Nadie sino un sacerdote podía pasar el velo externo y entrar ni aun en este primer cuarto. El Candelabro de Oro se hallaba colocado en el lado del Sur del Lugar Santo, de modo que se hallaba al lado izquierdo de la persona que entraba en él. Se hallaba construido de oro puro y consistía en un brazo o columna central, elevándose desde la base, del cual salían seis brazos. Estos brazos arrancaban de tres puntos diferentes de la columna principal, Y se curvaban hacía arriba en tres semicírculos de distinto diámetro (como es natural, puesto que salían de distinta altura de la columna) Y simbolizaban los tres Períodos de desarrollo (los Períodos de Saturno, Solar y Lunar), por los cuales ha pasado el hombre antes de llegar al actual Período Terrestre, que en aquel entonces no había llegado ni a la mitad de su desarrollo. Este último Período estaba simbolizado por la séptima luz. Cada uno de estos siete brazos terminaba en una lámpara, y estas lámparas se nutrían del más puro aceite de oliva, que se hacía sufriendo un proceso especial. Los sacerdotes eran los encargados de tener cuidado del Candelabro, que nunca se hallaba sin alguna luz encendida. Todos los días se examinaban las lámparas, se arreglaban y se las ponía aceite, de modo que pudieran arder constantemente.
La Mesa de los Panes de Proposición estaba colocada en el lado Norte del departamento, de modo que se encontraba a la mano derecha del sacerdote, conforme entraba en este cuarto y mirando al velo segundo. Encima de esta Mesa había siempre doce panes de pan sin levadura, los cuales se hallaban puestos en dos montones de seis panes cada uno, pan sobre pan, y encima de cada pila o montón se colocaba una pequeña cantidad de incienso. Estos panes eran llamados el pan de proposición, o pan de la paz, porque eran puestos solemnemente en aquella Mesa, ante la presencia del Señor, quien moraba en la Gloria del Shekínah, esto es, en el departamento detrás del segundo velo. Cada sábado estos panes se cambiaban por los sacerdotes; los viejos se quitaban de allí y en su lugar eran puestos panes recientes. Los panes que se quitaban debían ser comidos por los sacerdotes y por nadie más, pues no era permitido a ningún otro ni aun que probase de ellos, así como no se toleraba que fueran consumidos en otro lugar a excepción hecha dentro del Patio del Santuario, debido a que aquel pan era santo, y por lo tanto, sólo podía ser tomado por personas sagradas y en terreno santo.
El incienso que habla estado sobre las dos pilas de panes de proposición era quemado al cambiarse el pan, como una ofrenda de fuego ante el Señor, que se hacía en lugar del pan. El Altar del Incienso o el Altar de Oro constituía el tercer objeto que había en el Cuarto oriental del Templo. Se hallaba situado en el centro del departamento, esto es, a idéntica distancia de las paredes Norte y Sur, y enfrente del segundo velo. Nunca se quemaba carne en este Altar, así como tampoco se le tocaba con sangre de las víctimas, excepto en ocasiones solemnísimas, y entonces únicamente sus vasos se marcaban con el rojo estigma del pecado o de la mácula. El humo que se alzaba de su superficie nunca era otro que el procedente del incienso quemado. Aquel humo se elevaba todas las mañanas y noches, llenando el Santuario con una nube fragante y llevando al exterior un olor refrescante por todos los alrededores, extendiéndose por todo el territorio en varias millas a la redonda. Debido a que todos los días se quemaba este incienso era llamado "un incienso perpetuo delante del Señor".
No era un incienso simple el que se quemaba, sino un compuesto de esta sustancia con otras especias dulces, mezclados con arreglo a las instrucciones dadas por Jehová especialmente para este objeto, y por lo cual era considerado sagrado, hasta el extremo de que no era permitido a nadie hacerlo para ser empleado comúnmente. El sacerdote tenía el mandamiento expreso de que nunca ofrendara un incienso distinto sobre el Altar de Oro, es decir, que siempre debía emplear aquella sagrada composición. Este Altar se hallaba colocado precisamente delante del velo, por la parte de afuera, pero en contraposición a la Silla de Misericordia, que se hallaba detrás de aquel velo; por cuya razón, aunque el Sacerdote oficiaba ante el Altar del Incienso, no podía ver la Silla de Misericordia, debido a impedirlo el velo segundo; no obstante, debía al ofrecerlo mirar hacia aquella dirección y dirigirlo en tal sentido. Además, había la costumbre de que cuando la nube fragante y odorífero del humo del incienso se elevaba por encima del Templo, todas las personas que se hallaban en el Patio del Santuario enviaban sus preces a Dios, silenciosamente, cada una para sí.
del libro "Iniciación Antigua y Moderna", de Max Heindel
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Gracias Edgardo! Bendiciones!
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