EL PATIO O ATRIO DEL TABERNÁCULO
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Este espacio era un cercado que rodeaba al Tabernáculo. Su longitud era doble que su anchura y la entrada se hallaba colocada en la fachada oriental. Esta puerta o entrada se hallaba cubierta o la cerraba una cortina de lino fino retorcido, de los colores azul, escarlata y púrpura, colores que sin esfuerzo alguno para nuestra imaginación podemos ver que proclaman o definen claramente el estado relativo cósmico de este Tabernáculo en el Desierto. Se nos dice en el sublime Evangelio de San Juan, que "Dios es luz", y no hay descripción ni símil que pueda envolver ni comunicar una concepción mejor o más iluminativa a una mente espiritual que estas palabras. Cuando reflexionamos que aun los mayores telescopios modernos no han logrado alcanzar los límites o fronteras de la luz, a pesar de que penetran en el espacio millones y millones de millas, aquella definición que San Juan nos da de Dios, nos ofrece una débil, pero, no obstante, comprensible idea de la infinidad de Dios.
Nosotros sabemos que la luz, la cual es Dios, es refractada en tres colores primarias por la atmósfera que rodea la Tierra, y cuyos colores son: azul, amarillo y rojo--, y es una realidad bien conocida por todo ocultista que el rayo del Padre es azul, a la vez que el del Hijo es amarillo, así como el del Espíritu Santo es rojo. Únicamente el rayo más potente y espiritual puede alcanzar a penetrar hasta el asiento o raíz de la conciencia de la oleada de vida que se, halla incorporada en el reino mineral de nuestro planeta, y, por esta razón, vemos en las estribaciones de las montañas es rayo azul del Padre reflejado por las áridas colinas y flotando como una bruma o neblina por las gargantas y quebraduras de las montañas. El rayo amarillo del Hijo mezclado con el azul del Padre proporcionan la vida y la vitalidad del mundo vegetal, el cual, por cuya razón, se nos ofrece reflejado en el color verde, porque la planta es incapaz de conservar dentro de ella este rayo. Pero en el reino animal, al cual anatómicamente pertenece el hombre aun no regenerado, los tres rayos son absorbidos, y el rayo rojo del Espíritu Santo es el que presta el color encarnado a su sangre y a su carne. La
mezcolanza del azul y del rojo es evidente en la purpúrea sangre, envenenada como consecuencia del, pecado. Pero el amarillo no se evidencia nunca hasta que se manifiesta como el cuerpo del alma, el "traje dorado de bodas" que ostenta la novia mística del místico Cristo, emanado desde adentro.
De modo que los colores de los velos del Templo, tanto el de la entrada como el de la puerta del Tabernáculo, indicaban que esta edificación era designada para un periodo anterior al tiempo de Cristo, puesto que sólo había presentes, como hemos dicho, los colores azul y escarlata del Padre y del Espíritu Santo, juntos con el resultante de su mezcla, el púrpura. Pero el color blanco es la síntesis de toda la gama de colores, y, por lo tanto, el rayo amarillo de Cristo se hallaba oculto en aquella parte del velo, hasta que al correr de los tiempos apareciera Cristo para emanciparnos de las ordenanzas y de las restricciones de la ley, e iniciarnos en esa total emancipación de la libertad como Hijos de Dios; Hijos de la Luz, Criaturas de la Luz, "Phree messen" o Masones místicos.
del libro "Iniciación Antigua y Moderna", de Max Heindel
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Gracias Edgardo! Qué las rosas florezcan sobre vuestra Cruz!
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