LA SOMBRA DE LA CRUZ
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Pablo, en su carta a los hebreos, hace una descripción del Tabernáculo y da una larga información sobre los usos y costumbres que se hallaban en vigor en él, que nos sería muy interesante conocer. Entre otras cosas, notemos que el Apóstol denomina al Templo "UNA SOMBRA DE BUENAS COSAS QUE VENDRÁN". Hay en este Templo de Misterios una promesa hecha, la cual no ha sido cumplida aún; promesa tan firme y válida hoy como el día en que fue hecha.
Si con los ojos del alma visualizamos la disposición de las cosas dentro del Tabernáculo, ve- remos en seguida proyectarse la sombra de la CRUZ. Comenzando por la puerta oriental estaba el Altar de las Ofrendas y de los Sacrificios; un poco más allá y siguiendo la senda que conduce al mismo Tabernáculo, encontramos el Lavabo o Pila de la Consagración, el Mar Fundido, en el que se lavaban los sacerdotes. Después, al entrar en la Sala Este del Templo, encontramos un artículo de mobiliario, el Candelabro de Oro, en el extremo de la izquierda; la Mesa del Pan de Proposición en el de la derecha, formando los dos una cruz con la senda que hemos venido siguiendo hacía y dentro del Tabernáculo. En el centro, enfrente ¡el segundo velo, se hallaba el Altar del Incienso, que forma el centro de la cruz, mientras que el Arca situada en el punto más extremo del Oeste de la Sala occidental, el Sagrario de los Sagrarios, forma la parte corta y superior de la cruz. Así, pues, el símbolo del desenvolvimiento espiritual, el cual es nuestro más caro ideal hoy día, estaba ya definido en el antiguo Templo de Misterios, y esa CONSUMACIÓN que se alcanza al final de la cruz, la realización de poseer la ley dentro de nosotros mismos, como lo estaba dentro del Arca, es la cosa primordial de la que nos hemos de ocupar al presente.
La luz que brilla encima del Sitial de Misericordia en el Sancta Sanctorum, en la parte superior o cabeza de la cruz, al final de la senda en este mundo, es la luz o reflejo del mundo invisible en el que el candidato desea entrar cuando en este plano físico todo se le antoja oscuro y tétrico. Solamente cuando hayamos llegado al grado en el que podamos percibir la luz espiritual que nos invita a proseguir adelante, la luz que flota por encima del Arca, solamente cuando nos rodee la sombra de la Cruz, podremos realmente conocer el significado, el objeto y la meta de la vida. Actualmente podemos aprovechar las oportunidades que se nos ofrecen y practicar el servicio más o menos eficientemente, pero solamente cuando mediante este servicio hemos encendido la luz espiritual dentro de nosotros mismos, cuya luz es el cuerpo del alma, y cuando por este servicio hemos ganado la admisión a la Sala del Oeste, llamada la SALA DE LA LIBERACIÓN, es cuando realmente podremos percibir y entender el porqué estarnos en el mundo y lo que necesitamos para hacernos útiles en debida forma. No debemos pensar que quedaremos allí para siempre después de haber entrado por la primera vez, no. El Sumo o Gran Sacerdote solamente podía entrar en él una vez al año. Transcurría un largo espacio de tiempo entre estos reflejos o vislumbres del objeto real de la existencia. Entre los intervalos, era necesario que el Gran Sacerdote saliera al mundo a practicar sus funciones entre sus hermanos, la humanidad; servirles lo mejor que pudiese; y hasta para pecar, pues todavía era imperfecto, volviendo a entrar en el Santo de los Santos después de haber hecho las debidas reparaciones por sus pecados.
Algo igual sucede con nosotros en este día. A veces logramos vislumbrar las cosas que nos están reservadas, las cosas que hemos de hacer para seguir a Cristo al lugar que él marchó. Recordemos que dijo a Sus discípulos: "Vosotros no podéis seguirme aún, pero me seguiréis más tarde"; y esto ocurre también con nosotros. Tenemos que mirar una y otra vez en el interior del Templo obscurecido, el Santo de los Santos, antes de que estemos capacitados para quedarnos allí del todo y demos el último salto; antes de que estemos realmente en disposición de llegar a la cúspide de la cruz, el lugar del cráneo; ese punto de nuestras propias cabezas por el cual se marcha el espíritu al abandonar el cuerpo definitivamente al morir o bien para desempeñar sus funciones de Auxiliar Invisible. Este GÓLGOTA es el final punto asequible al desarrollo humano, y debemos prepararnos para entrar en la habitación obscura muchas veces, antes de que estemos preparados para el CLIMAX final.
del libro "Iniciación Antigua y Moderna", de Max Heindel
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